La Casualidad

Aunque había bastante trabajo Luk se escapó un momento a la sala de empleados del piso doce. Fue allí cuando se lo encontró otra vez. Allí estaba de nuevo aquel tipo raro.
Estaba sentado solo en una mesa y bebía ruidosamente un café de máquina. Luk le lanzó una mirada y el tipo se escondió inclinando el gesto hacia el vaso que sostenía entre sus manos. Era calvo y parecía que había sufrido un accidente o algo así. Su piel era pálida y tenía unas marcadas ojeras moradas. Debía padecer alguna enfermedad de pulmón porque no paraba de oírse el sonido áspero y grave de su respiración.
Luk le había visto por primera vez en un fiesta de la empresa hacía unos meses. Lo recordaba solo entre la multitud, quieto, rígido, ajeno a la música que llenaba la sala. Miraba a ambos lados sin girar el cuello con una pequeña sonrisa etílica. Entonces Luk se rió un rato y no le dio más importancia.
Una semana después se cruzaron por los pasillos del piso quince, cerca del departamento donde Luk trabajaba. Después de esto se lo había encontrado en la cafetería unos días después y desde entonces se topaba con él varias veces al día.
Nunca se lo había encontrado sin hacer nada. Casi siempre iba cargado con cajas llenas de papeles, en dirección a la trituradora que había al final de la planta quince. A Luk le extrañaba que siempre se dirigiera allí, justo cuando salía de su departamento. Alguna vez había intentado hablar con él. Pero el tipo apenas balbuceaba, seguramente no podía hablar a causa de la ortodoncia. Llevaba uno de esos aparatos que parecen bozales y se colocan por fuera. Consistía en una pieza de resina que iba debajo del labio inferior, de la que salían cuatro pequeños brazos metálicos que se introducían en su boca por las comisuras de los labios.
Luk sabía que trabajaba en la planta ocho, en algún lugar de recursos humanos. Allí no requerían de personal tan especializado. Tenía la certeza que formaba parte del cupo de trabajadores con minusvalías de la empresa. Era una multinacional que se dedicaba prácticamente a todo. Luk aún se acordaba de su infancia en la polvorienta granja de sus tíos. Fue una suerte que aquel comerciante tuviera una avería delante de su puerta. Luk se la reparó el mismo día y el comerciante en agradecido aceptó llevárselo consigo a la capital…
Luk estaba distraído en sus pensamientos, recordando, cuando vio que aquel tipo estaba otra vez mirándole. Luk se levantó y se acercó a él con paso violento.
- A ver ¡¿Qué coño te pasa a ti, con tanta miradita y tanta hostia?!
- Luk… yo soy tu padre.

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