El susurro

Deben de ser las cuatro de la tarde cuando mi padre me llama. Me explica que acaban de ingresar a mi abuela en el hospital, sólo es una gripe pero ella se alegraría mucho si me pasara a verla hoy mismo. Mi abuela es una mujer mayor, tiene casi noventa años aunque ella a menudo se le olvida y se comporta como si tuviera sesenta. Mi abuela no sabe estar quieta. Así que cuando se empezó a encontrar mal intentó quedarse en la cama, pero la cama la molía. Así que se fue al sofá a ver la tele, pero el sofá también la molía. Por lo que decidió ponerse a limpiar la casa. Limpió la cocina y fregó los platos de la cena del día anterior. Hizo todas las camas, incluso aquellas que ya estaban hechas porque así se va el polvo que hay entre las sábanas. También fregó los suelos. Cuando acabó de todo se dio cuenta de que se encontraba peor.
Mi padre la llevó directamente a la clínica. Mi padre no es hipocondríaco, ni mi abuela rica, pero hace tiempo que mi abuela, mi padre y mis tías, decidieron que no querían que mi abuela, su madre, les dejará sus ahorros de herencia. Los ahorros de mi abuela eran de ella por lo que se hizo un muy buen seguro médico. Hace dos veranos hizo reformas en la cocina y en el baño de la planta baja de su casa. También hizo algunas reformas en la azotea, y mandó rehacer las escaleras que llevan al sótano. Este verano contrató cuatro hombres para que pintaran todo el exterior de la casa. Para pintar por dentro contrató a dos mujeres, porque se puede confiar mejor en ellas. Mis hermanas han llegado antes que yo, están sentadas alrededor de la cama, mi padre está en una silla, en uno de los lados. El problema de mi abuela es que para ella supone más esfuerzo estar en una cama por precaución, que escupir flemas del tamaño de mi puño. Esto ya está roto dice cada vez que tose. Mi abuela comparte habitación con un chico. Su madre está a su lado. Ambos miran la tele al mismo tiempo que él garabatea sin parar en un cuaderno. No para de garabatear en toda la tarde. El chico parece que está bien. No tiene ningún miembro inmovilizado y tampoco le asoma ningún catéter o electrodo. Simplemente no para de garabatear.
Mi hermana que estudió psicología, aunque desde hace años trabaja en el departamento de recursos humanos de una multinacional, me explica hay gente que ante una experiencia traumática es incapaz de verbalizarla. No es que no sepan lo que les ha ocurrido, sino que pierden la facultad de explicarlo con palabras, por lo que el cerebro busca otras maneras de exteriorizar ese suceso. «O sea que dibuja lo que le ocurrió»l e digo. Un poco antes de las nueve una enfermera nos dice que nos debemos ir. También se lo dice a la madre del chico. Al despedirnos mi hermana cruza un par de palabras con la madre del chico por pura educación, para ser amable. En algún momento le pregunta qué le ocurrió a su hijo. Entonces la mujer mira hacia ambos lados, como si tuviera miedo de que alguien le oyera, se acerca a mi hermana y le susurra algo.



*La ilustración es mía, aunque yo estoy bien.

Comentarios

guiomar ha dicho que…
Me quedado con la intriga ¿Continuará?
Marc ha dicho que…
¿Se le cayó encima un meteorito yendo por el desierto?Que jodido.

Entradas populares