El fin del mundo

La mañana del veintiuno de diciembre, sale un ronroneo suave del cincuenta y tres de la calle Gibraltar. Es un caserón como los del resto de la calle, «de los del casco antiguo». Cuando murió el abuelo Miguel Angel hace unos años hicieron reformas en la casa. Pusieron un plato ducha inmenso, tan grande que uno podría aparcar un minicooper si quisiera, arreglaron la cocina y dividieron la vivienda en dos. En la parte superior dejaron un pequeño apartamento de dos habitaciones que tiene alquilado una joven pareja. En el piso inferior siguió viviendo la abuela.

A Josefina Calleja nunca le ha gustado escuchar música. Lo suyo siempre ha sido la radio. Tiene un aparato analógico a pilas que sintoniza la misma emisora desde el día que se la regaló su hija. Ahora el transistor está encima del mármol en un extremo de la cocina. Josefina Calleja lleva puesto un delantal, debajo una bata de "guate" y unas gruesas zapatillas de andar por casa de lana con la suela de goma. En una sartén fríe cebolla a fuego muy lento mientras desmenuza con unas tijeras varias piezas de pollo de un caldo del día anterior. Suena el crepitar del aceite con la cebolla y se confunde con el sonido de la radio. Un leve zumbido metálico como de estropajo contra el fondo de una olla. Del piso de arriba no se oye nada, aún no se han levantado piensa. Cuando la cebolla ya lleva unos minutos, añade la harina, luego la leche sin dejar de remover. Poco a poco, hasta obtener una bechamel muy espesa en la que vierte el pollo. 


Después de dejar reposar la masa resultante durante unas horas, coge una cuchara. Con cuidado arranca porciones de masa que emborriza en un plato llano con pan rallado. Hace rodar la masa sobre el pan de un lado a otro. Ahora a la izquierda, ahora a la derecha. Y una pausa. Luego sus dedos vuelven a hacer el recorrido inverso y la pasta rueda sobre sobre sí misma. Y de nuevo la cuchara. Ocasionalmente junta las dos manos y les acaba de dar forma, izquierda, derecha, así a lo largo de todo el lecho.Josefina Calleja oye el timbre. Por la hora debe ser su nieto. Entra corriendo.
- Abuela, abuela - dice el niño. - ¿Pero qué haces, si es el fin del mundo?
Josefina Calleja no duda, no tiene ninguna prisa, y responde rotunda:
- Croquetas.




*Este cuento forma parte del evento que organizó Acuática con motivo del fin del mundo, mi agradecimiento por invitarme y a picarme a escribir, últimamente me cuesta encontrar el momento. Gracias. Más información, aquí (ver enlace).

*Dejo aquí un link para una receta de croquetas más elaborada (ver enlace).

Comentarios

Acuática ha dicho que…
En cuanto ha salido la bechamel ya sabía yo que eso eran croquetas...jejeje. Una duda que me asalta: ¿Josefina Calleja tiene algún parentesco con Jesús Calleja? Hum...
¡Gracias por haber participado! :)
Pan ha dicho que…
Hola Acuática, lo he dicho antes pero lo vuelvo a decir aquí. Gracias por invitarme al evento. Comer croquetas, hacer croquetas, hacer la croqueta... soy fan de ellas desde que puedo recordar, así que era inevitable. Josefina Calleja no tiene nada que ver con el personaje de la tele, acabé este cuento a última hora en el trabajo y le puse el nombre de uno de mis clientes más mmm... simpáticos. Avísame para el próximo evento. Un abrazo

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